Prólogo de Joaquín Rodrigo al libro de Juan Riera sobre Emilio Pujol. Publicado en 1974





Dedicatoria de Emilio Pujol al maestro Rodrigo en el ejemplar del libro que se conserva en la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo


























Corría el año de 1926 cuando tuve la fortuna de conocer a Emilio Pujol. Acababa yo de escribir mi primera obra para guitarra, “Zarabanda lejana”, que más tarde publicaría Pujol en su colección de las ediciones “Max Eschig” y tuvo para mi obra cálidas y animosas palabras que tanto habían de influir en mi futuro musical para este instrumento. Desde entonces nuestra amistad no ha hecho más que acrecentarse.

            Desde sus primeros conciertos, Pujol supo hacer un culto del sonido. Era el suyo dulce y denso, a la vez que calaba muy hondo en nuestra sensibilidad y avivaba la más profunda emoción. El amor por la guitarra le llevó muy pronto a estudiar su historia desde sus orígenes y a lo largo de los siglos y sobre ésta, hace algunos años desconocida materia, le debemos los más completos estudios.

            Así iba a comenzar su andadura de erudito, que le llevaría a estructurar las obras de nuestros vihuelistas particularmente; a su tenacidad y erudición debemos transcripciones completas y fieles de las viejas tabladuras. Gracias a Emilio Pujol, conocemos la imagen auténtica de aquellos músicos y las arcaicas cadencias, florituras y diferencias de los Milán, Narváez, Fuenllana, Valderrábano y otros, que llegan a nosotros en notación moderna, pero tal y como ellas eran.

            No satisfecho con esto, quiso hacérnoslo oír en el mismo instrumento que ellos tañían, en la olvidada y casi perdida vihuela. Por un momento Pujol fue infiel a la guitarra, al estudiar con verdadera pasión la aristocrática vihuela del siglo XVI.

            Pero una faceta más y muy importante completaría su personalidad tan singular: la de pedagogo, que iba a prolongar y completar, ensanchándolas, las enseñanzas de su maestro Tárrega, de quien alcanzó los últimos años y de quien sería su cabal discípulo. Su magisterio durante años en aulas internacionales, han sido una de las causas que han motivado el vivo interés actual por la guitarra.

            Sirvan estas líneas de modesto, pero encendido homenaje al eminente guitarrista y vihuelista, al profundo erudito e ilustre pedagogo, del que tendrá el lector completo y apasionado conocimiento a lo largo del adentrado estudio de Juan Riera, que remata el tríptico consagrado a los tres grandes músicos ilerdenses. Enrique Granados, Ricardo Viñes y Emilio Pujol, el hombre bueno, el eminente artista, el sabio erudito y el abnegado maestro.



Joaquín Rodrigo

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